viernes, 19 de diciembre de 2014

El carpintero.

           

Sentado en el polvo, a un tiro de piedra de la puerta del establo, José el carpintero rezaba. Tenía que tomar una decisión y no comprendía porque el Señor, tantas veces generoso con su casa, le había puesto en un sendero tan duro. No era un mal hombre, o al menos eso esperaba, pero no estaba seguro de poder soportar la vergüenza que había caído sobre él. Su primera mujer, su querida Ana, se marchó con el Señor, dejándole solo en su vejez. No sin mucho meditarlo desposó a la joven María, porque no es bueno que un hombre no tenga esposa que cuide de su casa y sus bienes. Pero no podía imaginar que la muchacha, tan dulce e inocente que le había parecido, estuviera encinta de otro hombre.

¿Cómo iba él a creer lo que ella decía? Y sin embargo, había tenido sueños… No, no podía ser, era incluso blasfemo. Una locura. Y allí estaba tirado en el suelo, esperando a que su esposa diera a luz a un hijo adúltero y se preguntaba si se merecía todo aquello. Debía repudiarla. Era la única manera de mantener su honor y la dignidad de su casa. Le partía el corazón abandonar a la muchacha, a la que había querido como a una hija, pero debía proceder como un hombre justo, y la justicia exigía que la rechazara. No podía hacer otra cosa.

Se incorporó, lleno de peso en el corazón, y echó a andar esforzándose por no volver la vista atrás. Cada paso era como recorrer el mundo, pero era lo que había que hacer. Era su deber y su terrible carga.

Y de repente, el sonido más asombroso que hubiera escuchado nunca. El llanto del bebé le dejó clavado en el sitio. Con todo lo que había pasado no había pensado en el bebé, en que realmente había un bebé a punto de nacer. Y tenía buenos pulmones. ¡Había que ver cómo lloraba! Había nacido fuerte. Al llanto del recién nacido se sumaron las voces de las mujeres llamándole. ¿Le había ocurrido algo a María? ¿Estaba bien el bebé?

Sin saber muy bien como se encontró en la entrada del establo. En su interior, recostada sobre un lecho limpio se encontraba su esposa, con el bebé en sus brazos. Las dos mujeres que habían ayudado a María le hacían gestos para que se acercara, pero él estaba clavado en el umbral. No sabía que hacer, ni que decir, y entonces ella le miró, con esa mirada tierna que le conmovía el alma, y le sonrió. Y él se acercó.

El bebé estaba arrugado y enfadado, llorando, como todos los bebés cuando llegan al mundo. Una de las mujeres lo tomó de los brazos de María y lo depositó en los suyos. “Enhorabuena, José” dijo alegremente “Es un niño sano”. Iba a decir algo, pero entonces el bebé dejó de llorar, y muy serio, puso una de sus manitas en la dura manaza de él. Tiene manos fuertes, se dijo. Y el pensamiento hizo que algo se rompiera dentro de él. Manos de carpintero.

Miró a su esposa y miró al bebé que tenía en los brazos. El pequeño había abierto los ojos un poquito y parecía mirarle. Tenía la mirada de su madre. Y su sonrisa.

“Sí” artículo apenas. Cuando consiguió volver a hablar, lo hizo lleno de orgullo. “Sí”, sonrió, “Es mi Niño.”

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NOTA: Hace unos días, publiqué otro microrrelato con el nombre de "El establo". Este que acabáis de leer, lo ha escrito mi marido. Se nos ocurrió que podíamos escribir sobre el mismo tema, pero cada uno bajo su punto de vista. Y aquí os lo dejo, para que lo disfruteis como yo. Lo cierto es que nunca decepciona cuando se pone a escribir y por eso espero que esta colaboración no sea la última.

10 comentarios:

  1. Precioso cuento que nos traslada a ese día y ese tiempo. Lleno de ternura. No se puede pedir más. Un abrazo.

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    1. Muchas gracias Angeles por tu apoyo, saludos!!

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  2. Wooww...Sonia, es que no vas a dejar nunca de sorprenderme..!! Ahora es tu marido el que escribe, y tan bonito como tú..Os felicito, por el precioso momento del alumbramiento de María visto desde esta perspectiva tan cercana y tierna y por el hecho de ser una pareja tan coincidente..Saludos amigos

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    1. Muchas gracias Alfmega por todo, saludos!!

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  3. También lo espero yo, porque es magnífico. cuando leí tu relato pensé de inmediato en esto que escribió tu esposo. El meollo del asunto. La aceptación de una paternidad complicada. Y lo ha hecho con una calidad a la que yo no habría llegado nunca. Bellísimo relato con una mirada mágica de un momento y una decisión. Realmente mis reverencias. Gracias a vos por traérnoslo.

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    1. Muchas gracias Alberto, así espero, que podamos seguir disfrutando de lo que escribe, saludos!!

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  4. Qué bonito, Sonia. La aceptación de José... Tu marido puede dedicarse a esto de contar cuentos, o lo que quiera, me parece que tiene grandes posibilidades de no defraudar, ¡ya lo creo!
    Y lo más bonito tal vez, sea esa colaboración contigo. Un paso que estoy segura continuará con otros...
    Encantada de leeros, y de disfrutar de vuestra creatividad.
    Vaya muy bien, os deseo lo mejor.
    Saludos!

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    1. Muchas gracias Clarisa, me alegro que te guste, Felices Fiestas!!

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  5. Sonia, muchas personas cuando les decimos que no somos creyentes, lo relacionan con que no creemos que Jesús, María y José, no hayan existido, es un error pensar así, porque a veces no hay que mezclar la creencia de una historia con la de una religión. Y la colaboración de tu marido me ha sorprendido gratamente, porque su punto de vista es muy real, y bello, sin duda mucho más creíble, sin desmerecer otros relatos milenarios, y aplicable incluso a situaciones cotidianas, y actuales-....me ha gustado mucho ;)
    Saludosss

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    1. Me alegra que te haya gustado Gema, feliz año!!

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¡MUCHAS GRACIAS!

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